El tiempo es todo, es gracias al tiempo que existe el movimiento, es gracias al tiempo que nos transformamos que crecemos, que avanzamos... Es gracias al tiempo que sentimos, que lloramos, que reímos, que amamos y que dejamos ir.
Damos el tiempo por sentado, así como damos por sentado el latir de nuestro corazón o nuestra habilidad de respirar segundo a segundo, minuto a minuto, día a día, mes con mes... años.
Y los años han pasado, nadie nos cuenta el tiempo, ni nadie nos dice cuanto tiempo nos queda.
¿Cuando fue la ultima vez que te diste tiempo?
¿Cuando dejaste de seguir aquello que persigues? ¿Cuando dejaste de darle tiempo a aquello o aquellos que te dictan en que usar tu tiempo?
Date tiempo, date tiempo de estar, de ver, de sentir, de respirar, no por que tienes que, si no por que quieres respirar, date tiempo de estar vivo no por que fuiste puesta o puesto en este mundo, si no por que quieres estar en este mundo.
Y cuando te das tiempo una hermosa paradoja surge, el tiempo desaparece, dejas de contar los minutos para que algo pase o deje de pasar, dejas de ver el futuro con esperanza o sufrimiento, dejas de recordar el pasado con dolor o alegría.
En ese momento no hay tiempo.
Cuando bailas en medio de la sala, cuando escribes tus mejores momentos del día, cuando te tomas el té frente a la ventana al anochecer, cuando lees tu libro favorito, cuando te metes en la tina escuchando tu música favorita, cuando meditas, cuando pintas, cuando prendes un par de velas y te acuestas en la alfombra de tu recamara...
Date tiempo para que puedas liberarte del tiempo.
Date tiempo para darte cuenta en que vale la pena usar ese recurso tan único y tan valioso como la vida misma.
Date tiempo...