No hay día que no respiremos, sin embargo, hay días que no nos percatamos de que lo hacemos.
Respirar puede ser muy parecido a pensar, gran parte del día lo hacemos en automático, así como no le decimos a nuestro cerebro que piense, no le decimos a nuestros pulmones que respiren... o podemos elegir por poner atención a nuestro respirar, así como podemos ponerle atención a nuestro pensar, de esta manera nos percatamos de su frecuencia, de su tipo, de su intensidad... de su profundidad. Podemos también elegir hacer uso de ellos, podemos escoger que tan profundo respirar, que tanto alargar la exhalación, observar cuanto tiempo podemos mantener nuestros pulmones llenos de aire antes de que nuestro cuerpo comience a sentirse incomodo, de la misma manera tenemos la posibilidad de escoger cuando usar un pensamiento y cuando no, cuando prolongar una idea y cuando detenarla.
Hagamos un breve ejercicio:
Ponga sus manos sobre sus piernas y a continuación inhale lo más lento y profundo posible, respire intentando inflar su área abdominal, sienta como ese aire ocupa cada lugar en sus pulmones y cuando sienta que ya no cabe mas aire, exhale... lo más lento posible, con calma, sin ninguna prisa.
Hagalo una vez más.
Cuando respiramos de manera consciente, atenta y presente conectamos todo nuestro cuerpo y nuestra mente con nuestro ser, cuando logramos esto, nos convertimos en el aire que respiramos y el que exhalamos, durante esos segundos desaparece el tiempo del reloj y estamos en armonía con todo lo que nos rodea. Los pensamientos desaparecen y la mente se vuelve más lucida y clara.
Los invito a realizar este practico y sencillo ejercicio a lo largo del día, a la hora de dormir, en el trafico matutino, antes de comer, cuando nos sentamos frente a nuestra computadora, cuando la apagamos...
Si un pensamiento lo tiene preocupado, si una idea lo mantiene estresado, si una situación en el trabajo lo mantiene confuso... Respire...
Inhale...
Exhale...
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